martes, 2 de junio de 2009

Mi casa huele a verano


Llevo días agitada, el calor altera la percepción de lo que me rodea.
El frío del invierno mantuvo mis sentidos en un letargo extraño, como si una niebla rodease las experiencias vividas, convirtiéndolas en una realidad soñada. Poco a poco despierto, confusa, no tengo claro que ocurre.
No es malo, es distinto, un cambio de estado general. Todo ello provoca que mi mente dispare instantáneas, como una polaroid, en las que se cruzan etapas, personas, acontecimientos, en un caos absoluto.
Surge la necesidad de establecer un orden,no,mejor dicho, de reconstruír el rompecabezas, y lograr que las piezas creen un todo armónico con las múltiples mutaciones de la breve experiencia vital.
El proyecto es pretencioso,inalcanzable, me conformo con ser consciente y lograr encajarlas con lo que se presenta en cada ahora.
Algo tan intrascendente y sencillo, como una colcha , que llegó a mi casa la semana pasada, acompañada de la manta de los veranos de mi infancia, fue la causa de este despertar.
Cuando retiro la pesada ropa de cama de los inviernos, y la luz invade la habitación, mi casa huele a verano.